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jueves, 4 de marzo de 2010

Ouroboros

Antes de comenzar: Lo que sigue son anotaciones de la libreta que uso como diario, describiendo mis sentimientos durante los cuatro días en que estuve aislada del mundo, producto del terremoto. Omití datos objetivos, como intensidad y número de víctimas, porque a estas alturas ya son sabidos y porque preferí enfocarme en cómo se reflejó en mi mundo lo sucedido el sábado.
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Día uno.

Un terremoto. No sé, como que el incluso escribir esa palabra me provoca un vuelco en el estómago. Ha sido, por lejos, una de las peores experiencias que me ha tocado vivir. Primero, el miedo absoluto, un terror indescriptible que me convirtió en una piltrafa humana, una masa temblorosa e incapaz de hacer nada. Luego, la incertidumbre y la preocupación por mis seres queridos. Pensé incluso en aquellos que no he visto desde hace años. De no ser por mi novio, no sé qué hubiera sido de mí.

Pasamos la noche a la intemperie, sin ninguna luz salvo la de la luna. La espera por el amanecer fue eterna. Como dije en algún momento, creo que todos nos sentimos como en las películas de vampiros, esperando por el sol que nos salve del horror. Pero en este caso no fue así. Con los primeros rayos de luz se pudo apreciar el impacto real. Pasé brevemente por algunas calles del centro, y lo que vi me dejó sin aliento. Los lugares de mi infancia y mi adolescencia, en ruinas.
Al llegar a mi casa, sólo pude llorar y abrazar a mi familia. No vayan al centro, no vayan al centro, les repetía una y otra vez.

Sin luz, sin agua, sin posibilidades de hacer nada de nada. Todos estamos en shock, nos negamos a creer lo que oímos por la radio, se habla ya de cientos de muertos en lugares tan familiares para nosotros, playas donde pasamos tantos veranos...Siento ganas de vomitar con solo pensarlo.

Día dos.

Siento una angustia terrible, el miedo por mis amigos de Constitución es indescriptible. Si lo pienso detenidamente, tengo una mezcla de miles de sentimientos que jamás creí posible. Shock, rabia, tristeza, miedo, duda, inseguridad, ansiedad, angustia, impotencia y, extrañamente, alegría. Alegría por estar con vida, con mi familia y mis seres queridos, de que una de mis amigas de Santiago se haya podido contactar conmigo. No tiene idea de cuánta falta me hacía sentir que alguien que no fuese de mi círculo de Talca estuviese preocupado por mí.

Me deprime pensar en el mañana. En el ayer también. Es como si la yo de hace sólo tres días fuese alguien completamente distinta, e incluso lo sucedido el viernes por la tarde parece tan lejano, como si hubiese meses entre estos dos días.

Ante semejante incertidumbre, lo único que me queda como consuelo es rezar. Por mis amigos, por los que están mucho peor que nosotros y por poder ver la luz de un nuevo día.

No vayas al centro.

La casa de mi padrino está en ruinas. Lo mismo el pueblo en que vive la novia de mi hermano.

Las náuseas y el llanto incontrolable siguen haciendo de las suyas.

Día tres.

Tuvimos que ir al supermercado a comprar algunas cosas. Más de una hora esperando para comprar diez mugres con precios sobreinflados. Hay gente muy descarada en este mundo, me pone enferma. Como sea, lo que tenemos es para lo que venga. Aunque sin agua, no es mucho lo que se puede hacer.

Me siento como fuera de mí. Me explico: es como si estuviese aquí en cuerpo, pero mi cabeza anduviese en otro lado, tratando de huir de una pesadilla real.

No vayas al centro.

No quiero ni pensar en la U y en todo lo que se viene. El mañana me parece tan lejos, tan distante...

Día cuatro.

Anoche tuve un sueño. Era junio, un día frío y húmedo como muchos. Estaba en Santiago, en la U, con mis amigas, haciendo un trabajo. Risas, preocupaciones, los líos de siempre... Hasta que una réplica me despertó. Sentí que salía del sueño para regresar a la pesadilla interminable. Todos deben sentir lo mismo, quien más quien menos. Y escuchar la radio no ayuda mucho, es como echarle sal a la herida, pero tampoco quiero evadirme, sería asquerosamente egoísta de mi parte.

Anoche volvió el agua. Poca, pero está limpia. En otros sectores o llega turbia o no hay. Somos afortunados. Me siento culpable de tener tanto y que otros no tengan absolutamente nada. Muchos conocidos se quedaron con lo puesto, como un amigo de mi papá y algunos ex alumnos de mi mamá.

Donde vivo, poco a poco se vuelve a la "normalidad". Se ven micros y colectivos en las calles, los supermercados atienden en la medida de lo posible (y lo que les conviene). Pero mis sitios favoritos en el centro tardarán en regresar. Pero lo lograrán, tengo fe en ello. Después de todo, si no tenemos fe en que vamos a lograr levantarnos, ¿qué más nos queda?

Por fin volvió la luz a mi barrio. Es increíble cómo lo que hace un par de días dábamos por hecho, se convierte en milagroso. La explosión de euforia que siguió al regreso de los servicios básicos es indescriptible, mágica. Esperemos que nadie lo olvide. Que el despertar de nuestra pesadilla interminable no haya sido en vano.

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Para terminar:
No hay poca o mucha ayuda, cualquiera, por mínima que sea, cuenta. Ya sea ropa,dinero, alimentos no perecibles, pañales o sangre(siempre estamos faltos de donantes, no tarda más de una hora y no les va a pasar nada. Soy donante voluntaria regular, medio litro menos en las venas no es nada comparado con el bien que pueden hacer). Todos podemos cooperar de uno u otro modo. Aquí también(clic)

Fuerza Chile, vamos que se puede.


2 amenazas de muerte:

Degumon Badday dijo...

que bueno rei que no te haya pasado nada, cuando en las noticias mencionaron talca pense "ctm la reiiiii!!! O__O".
Por cosas como estas me doy cuenta de lo afortunada que soy de tener un hogar y a mi familia. y mas que nada poder estar viva.

te quiero rei :3

Elenhelka dijo...

Es muy raro como las personas reaccionan distinto a las mismas situaciones, yo al contrario me senti adrenalinica pero solo despues de saber de toda mi familia .... me alegro saber de ti estaba preocupada por todos los cercanos que estaban en zonas de terremoto, me agrada saber que toda tu familia esta bien, Animo y lo mejor como haces tal vez es desahogarse escribiendo lo que sentimos en esos momentos